"TAMALES VS HAMBURGUESAS"
INTRODUCCIÓN
Somos lo que comemos, por eso nuestra dieta y hábitos alimenticios reflejan no sólo una costumbre alimentaria, sino una ideología, cargada de historia y cultura: “Hablar de comida es mucho más que hablar de un mero aspecto material de la vida de los hombres. La comida de los pueblos está vinculada a su cultura. Nutrirse es un acto biológico; comer es un acto cultural” (Long, 2003, p. 397).
En México gozamos de gran variedad de platillos. Los tacos, enchiladas, tortas, pambazos, tamales y muchísimos más, forman parte del menú nacional para deleite de propios y extraños. Nadie imaginaría que el simple hecho de preparar un taco encierra siglos de historia acerca de la idiosincrasia e identidad de nuestro pueblo.
A diario consumimos alimentos de todo tipo sin preocuparnos por averiguar cuál es su procedencia. En este trabajo nos proponemos entender y explicar ese origen para comprender los hábitos alimenticios actuales y saber de qué manera la globalización influye y transforma nuestra manera de comer. Estamos rodeados de productos transnacionales; comida chatarra que “llena” pero no nutre pues está repleta de componentes químicos (conservadores, colorantes y saborizantes artificiales).
La pregunta es ¿por qué si sabemos que esos “alimentos” no son nutritivos y perjudican la salud, aún así los seguimos consumiendo? ¿Acaso es porque resulta más barato comprar una sopa Maruchan y una Coca-Cola que leche y fruta? ¿Tal vez por simple rutina alimentaria?
A lo largo de nuestra investigación intentaremos comprobar estas tentativas y rescatar nuestra verdadera cocina para encaminarnos a adoptar unos hábitos alimenticios de vida más saludable y equilibrada.
A veces la realidad en la que vivimos nos obliga a estar estresados, a hacer todo de prisa para cubrir nuestras responsabilidades. De esta manera, aspectos tan necesarios como la alimentación permanecen descuidados y terminan en segundo plano con respecto a los estudios o el trabajo.
Todos somos afectados por esta situación, en especial los jóvenes que, además del estrés, son bombardeados por la publicidad que los medios de comunicación ofrecen día con día. La gran mayoría de los anuncios están dirigidos a los jóvenes por ser ellos consumidores principales de productos como la ropa o la comida. Para tener aceptación en otros grupos juveniles, en ocasiones necesitan consumir ciertas marcas de alimentos o comer en ciertos lugares para tener status, eso les permite entrar a algún grupo de su preferencia.
Sin embargo, el principal problema por el que se descuida la manera en que nos alimentamos es, precisamente, la falta de tiempo para planear nuestras comidas. La vida en la ciudad es muy acelerada, vivimos “a las prisas”. En ocasiones, como se mencionó arriba, se descuida la alimentación por simple rutina alimentaría, es decir, un patrón de alimentación que nuestra mente y organismo ya asimilaron tanto, que es muy difícil modificarlo. Por todas esas razones, pensamos que es sumamente necesario estudiar la alimentación, sobre todo del grupo social al que pertenecemos, los jóvenes.
Nuestra cocina no sólo es deliciosa sino, además, muy nutritiva, sólo hay que saber combinar los alimentos. Durante el Porfiriato se intentó sustituir el maíz con el trigo, alegando que el primero provocaba desnutrición en las personas. Un senador de aquellos tiempos, Francisco Bulnes, explicaba que: “…la Historia nos enseña que la raza del trigo es la única verdaderamente progresista” y que “el maíz ha sido el eterno pacificador de las razas indígenas americanas y el fundador de su repulsión para civilizarse” (citado en Pilcher, M; México, 2006: pp. 6-19).
Como se vio después, el maíz nunca fue eliminado de la dieta mexicana y hasta hoy sigue siendo, ya sea en forma de tamales, tortillas o sopes, protagonista en nuestra mesa. Además, estudios posteriores a los de Bulnes, confirman que no es el maíz causante de la desnutrición. Al contrario, la pobreza es la culpable de no poder llevar una dieta equilibrada. Como se ha dicho, la combinación de alimentos nacionales desencadena en una dieta nutritiva y balanceada.
La alimentación es algo vital para la existencia humana. Un organismo no puede sobrevivir sin alimentos. Por eso es importante hacer conciencia de lo que comemos y por qué lo comemos. Además, pensamos que se necesita una educación alimenticia desde la infancia. Acostumbrar a los más pequeños que, por ejemplo, siempre será preferible una manzana a una hamburguesa de Mc Donald´s.
Somos lo que comemos, por eso nuestra dieta y hábitos alimenticios reflejan no sólo una costumbre alimentaria, sino una ideología, cargada de historia y cultura: “Hablar de comida es mucho más que hablar de un mero aspecto material de la vida de los hombres. La comida de los pueblos está vinculada a su cultura. Nutrirse es un acto biológico; comer es un acto cultural” (Long, 2003, p. 397).
En México gozamos de gran variedad de platillos. Los tacos, enchiladas, tortas, pambazos, tamales y muchísimos más, forman parte del menú nacional para deleite de propios y extraños. Nadie imaginaría que el simple hecho de preparar un taco encierra siglos de historia acerca de la idiosincrasia e identidad de nuestro pueblo.
A diario consumimos alimentos de todo tipo sin preocuparnos por averiguar cuál es su procedencia. En este trabajo nos proponemos entender y explicar ese origen para comprender los hábitos alimenticios actuales y saber de qué manera la globalización influye y transforma nuestra manera de comer. Estamos rodeados de productos transnacionales; comida chatarra que “llena” pero no nutre pues está repleta de componentes químicos (conservadores, colorantes y saborizantes artificiales).
La pregunta es ¿por qué si sabemos que esos “alimentos” no son nutritivos y perjudican la salud, aún así los seguimos consumiendo? ¿Acaso es porque resulta más barato comprar una sopa Maruchan y una Coca-Cola que leche y fruta? ¿Tal vez por simple rutina alimentaria?
A lo largo de nuestra investigación intentaremos comprobar estas tentativas y rescatar nuestra verdadera cocina para encaminarnos a adoptar unos hábitos alimenticios de vida más saludable y equilibrada.
A veces la realidad en la que vivimos nos obliga a estar estresados, a hacer todo de prisa para cubrir nuestras responsabilidades. De esta manera, aspectos tan necesarios como la alimentación permanecen descuidados y terminan en segundo plano con respecto a los estudios o el trabajo.
Todos somos afectados por esta situación, en especial los jóvenes que, además del estrés, son bombardeados por la publicidad que los medios de comunicación ofrecen día con día. La gran mayoría de los anuncios están dirigidos a los jóvenes por ser ellos consumidores principales de productos como la ropa o la comida. Para tener aceptación en otros grupos juveniles, en ocasiones necesitan consumir ciertas marcas de alimentos o comer en ciertos lugares para tener status, eso les permite entrar a algún grupo de su preferencia.
Sin embargo, el principal problema por el que se descuida la manera en que nos alimentamos es, precisamente, la falta de tiempo para planear nuestras comidas. La vida en la ciudad es muy acelerada, vivimos “a las prisas”. En ocasiones, como se mencionó arriba, se descuida la alimentación por simple rutina alimentaría, es decir, un patrón de alimentación que nuestra mente y organismo ya asimilaron tanto, que es muy difícil modificarlo. Por todas esas razones, pensamos que es sumamente necesario estudiar la alimentación, sobre todo del grupo social al que pertenecemos, los jóvenes.
Nuestra cocina no sólo es deliciosa sino, además, muy nutritiva, sólo hay que saber combinar los alimentos. Durante el Porfiriato se intentó sustituir el maíz con el trigo, alegando que el primero provocaba desnutrición en las personas. Un senador de aquellos tiempos, Francisco Bulnes, explicaba que: “…la Historia nos enseña que la raza del trigo es la única verdaderamente progresista” y que “el maíz ha sido el eterno pacificador de las razas indígenas americanas y el fundador de su repulsión para civilizarse” (citado en Pilcher, M; México, 2006: pp. 6-19).
Como se vio después, el maíz nunca fue eliminado de la dieta mexicana y hasta hoy sigue siendo, ya sea en forma de tamales, tortillas o sopes, protagonista en nuestra mesa. Además, estudios posteriores a los de Bulnes, confirman que no es el maíz causante de la desnutrición. Al contrario, la pobreza es la culpable de no poder llevar una dieta equilibrada. Como se ha dicho, la combinación de alimentos nacionales desencadena en una dieta nutritiva y balanceada.
La alimentación es algo vital para la existencia humana. Un organismo no puede sobrevivir sin alimentos. Por eso es importante hacer conciencia de lo que comemos y por qué lo comemos. Además, pensamos que se necesita una educación alimenticia desde la infancia. Acostumbrar a los más pequeños que, por ejemplo, siempre será preferible una manzana a una hamburguesa de Mc Donald´s.
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